Alteridad, No-lugar y el dibujo como mediación





En mi experiencia, la representación del Otro como expresión de la alteridad, comenzó con un ejercicio de indagación sensible: el mero placer de dibujar estimulado por algunos profesores de la universidad, me condujo a tratar de captar con apuntes del natural, los gestos y actitudes corporales de las personas que junto a mí, repletaban No-lugares, principalmente el metro de Caracas.

La idea de representar un conglomerado humano dentro del espacio reducido del transporte público, plantea como primera interrogante útil:

¿Cómo ocurre esa coexistencia transitoria? (Considerando que los No-lugares se caracterizan por crear condiciones muy hostiles, dadas por el confinamiento, la ausencia relativa de identidad y de vínculos, y que por tratarse de espacios reducidos, se genera una vulneración del espacio íntimo, y que como consecuencia de ello se produce una limitación del canal  verbal, de la proxemica, entre otras alteraciones que desnaturalizan nuestro modo de relacionamiento).

Todas estas condiciones, suscitan una sensación de extrañamiento entre las multitudes ocupantes, así, cada uno inmerso en su propia circunstancia se convierte en un Otro inmensamente solitario dentro de un tumulto humano. De allí me surge el interés por tratar el tema de la alteridad como efecto del entorno del No-lugar, es decir, ¿Cómo abordar la representación de la figura del Otro, cuando
nuestro contexto inmediato es el de la urbe, y el rasgo que signa nuestras cotidianidades, es el de la traslación?

Bauman, refiriéndose a las formas de relacionamiento en no-lugares, ha dicho que:
Los no-lugares aceptan la inevitabilidad de una permanencia prolongada de extraños, de modo que sus lugares permiten la presencia "meramente física" -aunque diferenciándola un poco de la ausencia- de sus "pasajeros", ya que anulan, nivelan o vacían de todas subjetividad idiosincrática. Los residentes temporarios de los no-lugares varían, y cada variedad tiene sus propios hábitos y expectativas: el truco consiste en volverlos irrelevantes durante su tiempo de estadía. Sean cuales fueren sus diferencias, deben seguir los mismos patrones de conducta. Las claves de uniformidad de los patrones de conducta deben ser legibles para todos, independientemente de los lenguajes que prefieran o los que usan cotidianamente. Sea lo que fuere lo que haya para hacer en los no-lugares, y lo que se haga, todo el mundo debe sentirse como en su casa, aunque nadie puede comportarse como si estuviera en su casa. Un no-lugar "es un espacio despojado de las expresiones simbólicas de la identidad, las relaciones y la historia [...] En la historia del mundo, nunca antes los no-lugares han ocupado tanto espacio.



Así, Bauman nos dice que la clave del comportamiento en los no-lugares, es la uniformidad de los patrones de conducta, pero no solo la despersonalización que tiende al automatismo, es interesante cuando nos referimos al fenómeno de alteridad en no-lugares; el acto de enfrentarnos durante horas, de manera cotidiana, a multitudes de desconocidos, forzados a vulnerar nuestros límites de intimidad por el confinamiento, encubiertos de un relativo anonimato, requiere en cierta medida de una operación de negar, o eliminar mentalmente a los otros que nos rodean. No en vano los críticos de la modernidad la han señalado como una máquina de generar Alteridad.
Estas tensiones entre lo propio, y lo ajeno que se generan en estos espacios artificiales, han sido en mi caso muy estimulantes para la representación dibujistica.

 

Emmanuel Levinas, filósofo alemán de los primeros en acuñar el término alteridad desde una amplia visión ética, plantea las dificultades de enfrentarnos a aquellos sujetos o partes de la naturaleza que nos son desconocidos. La estructura con lanque que encuadra esta experiencia de la alteridad es la idea de lo infinito cuya naturaleza consiste en sobrepasar permanentemente todo contenido y por la cual se contiene más de lo que se puede contener. El Otro es precisamente lo que no se puede neutralizar en un contenido conceptual. El concepto lo pondría a mi disposición y sufriría así la violencia de la conversión del otro en Mismo. El Infinito, en este caso es la alegoría del otro, que representa lo extraño.

Tal conversión del otro en Mismo, requiere mediaciones. Según el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber, Partimos de lo que constituye el “sí mismo”, es decir, la identidad personal: la historia, las determinaciones de clase, el inconsciente, etc, y en función de eso, reducimos aquello Otro a nuestros códigos, con la función de integrarlo a lo conocido, en sus  palabras,


Nuestra identidad, es igual a la de los otros pero a la vez distinta, por un lado todos somos iguales porque somos parte de un todo que los nuclea: la humanidad, pero también y al mismo tiempo soy un individuo diferente, singular (...) Si estamos siempre relacionándonos con otros interfiriendonos mutuamente, contaminando nuestras identidades, ¿Podemos separarnos tan tajantemente de los otros? en esta dialéctica permanente ¿No somos todos un poco otros? 

Tal conversión, puede devenir en las peores formas de discriminación moral.

 

Es interesante tambien, a la luz del estudio de la alteridad en no-lugares, la perspectiva del autor Julius Fast, quien al referirse a los espacios de tránsito como el metro, destaca que el confinamiento y la violación del espacio íntimo entre desconocidos es tal, que se hace necesario concebirnos los unos a los otros como ‘’no personas’’ para garantizar nuestra permanencia en dichos espacios, porque si no, por leyes proxémicas, nuestros acercamientos podrian percibirse como amenazas.

Creo que el dibujo como ejercicio cotidiano, en los llamados tiempos muertos, que transcurren al trasladarnos a nuestras jornadas laborales, estudios y demás actividades, hace que desistamos de esta operación de eliminar mentalmente al otro, mi experiencia fue la de, en lugar de pasar de los demás y esquivar miradas, dedicarme de manera sistemática durante los primeros años de estudios en artes plásticas a percibir intensamente gestos y posturas, y tomar apuntes de los rostros de aquellos extraños que junto a mí, ocupaban esos espacios de manera efímera. 

Y es justamente el rostro, la figura metafórica que el filósofo Emmanuel Levinas en ¿Es fundamental la ontología? empleó, para distinguir qué parte de la naturaleza merecía nuestras concesiones morales, y proponer al arte, como una posible herramienta para imprimirle un rostro a aquella parte de la naturaleza o humanidad, que se nos presenta radicalmente extraña. En sus palabras:

Sin duda, puedo perseguir un fin al matar, puedo matar del mismo modo que cazar, talar árboles o abatir animales; pero en ese caso capto al otro en la apertura del ser en general, como un elemento del mundo en el que, me encuentro, le percibo en el horizonte. No le he mirado a la cara, no me he encontrado con su rostro. La tentación de la negación total, que mide lo infinito de esta tentativa y su imposibilidad, es la presencia del rostro. Estar en relación con otro cara a cara es no poder matar. Y ésta es también la situación del discurso. (...) ¿Pueden las cosas adquirir un rostro? ¿No es el arte la actividad que otorga un rostro a las cosas? La fachada de una casa, ¿no es una casa que nos mira? (...) 

Esta reflexión nos invita a pensar en quienes son aquellos-nuestros Otros que han sido violentamente despojados de rostro, el arte debe ser una rendija que posibilite esta mirada, y una revisión permanente de los espacios en los cuales confluye lo humano, sus contradicciones y sus poéticas, incluso en medio de las aturdidoras dinámicas de vida de nuestros tiempos, que conducen al cansancio, al tedio, la angustia, a la falta de vinculación y ausencia de reconocimiento del Otro.


Comentarios