Excavaciones y la representación de la figura humana

 










Sin lugar a dudas, hay una autosuficiencia en el cuerpo y sus representaciones en la plástica, se puede decir que el cuerpo humano posibilita una lectura en sí mismo.

El escritor y antropólogo argentino Adolfo Colombres se refiere al cuerpo, como una superficie en la que se imprimen sentidos, mensajes de carácter social, erótico, estético, religioso o bélico, considerando tambien una dimension actante del cuerpo, en la que los mensajes no están escritos sobre él, sino que son producidos por sus gestos y movimientos.

En mis representaciones gestuales, esto coincide con lo que yo misma identifico como un método de omisión razonable, que deja de lado todo lo accesorio: vestimenta, escenario, símbolos, acciones que no formen parte de la representación esencial del sujeto, conformadas por la expresión corporal, el gesto y el movimiento que, tal como señala Colombes, constituyen la exteriorización del pensamiento humano.

La tendencia opuesta es llenar de símbolos la obra pictórica, sobre esto señala Arnold Hauser que

"La historia del mal gusto en el sentido actual comienza, más o menos, con los cuadros de Greuze hacia fines del siglo XVIII. Aquí encontramos por primera vez aquella invasión de la literatura en la pintura, que no solo hace surgir cuadros con contenido formulable literaria o filosóficamente –estos cuadros fueron incluso la pauta hasta el impresionismo-, sino que produce cuadros que sólo tienen un contenido literario y por así decirlo ningún contenido pictórico".

Aunque es severo el juicio de Hauser, estoy convencida de que el cuerpo contiene una rica carga simbólica que se basta en si misma, por eso, me prermito restar énfasis, y omitir en algunos casos, los elementos en la representación que pudieran constituir una “narrativa literaria” adicional o una historia anecdótica de los cuerpos representados.

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